Reseñas

La miel amarga de las exquisitas flores de Ana Martínez Casas
Lorena Aguilar
Atriz, cantante y escritora

La femineidad emerge desnuda de la crisálida opresora, abandona las ilusiones, ingenuidad y fragilidad con las que comúnmente es asociada y libera sus alas. Convertida en heterócero, la vemos volar en un campo de flores, aleteando del terror a la comedia negra y de la ironía funesta al más erótico de los ensueños.
La mariposa negra poliniza estas flores inmundas y como augurio de muerte cada flor echa raíces sobre nuestro ideal romántico del deseo, el amor y la pureza, parasitando nuestra imaginación como la mala hierba que, pese a ser arrancada, queda inextinguible.
La narrativa de Ana Martínez Casas es, indudablemente, de las más interesantes en el estado de Morelos y una de mis predilectas: tan cruda como deliciosa. Es la carne suculenta del corazón humano recién arrancado que, sin ningún recato, Ana pone sobre nuestra mesa, tentándonos al deleite culposo del canibalismo. Será tras haber engullido y relamido los labios en éxtasis que podremos notar el misterioso hueco en nuestro pecho.




Flores inmundas
Davo Valdés de la Campa
Escritor e integrante de Colectivo La Piedra

Ana Martínez Casas ha destacado por ser una autora obsesiva en la escritura de sus relatos, una incansable buscadora del horror, de producir en los lectores distintos matices de terror, pasando por el asco y la fascinación, sin descuidar su arma primera, que es el lenguaje.
En esta plaquette podemos encontrar cuentos colmados de inmundicia en el sentido bíblico, pasiones desordenadas, desbordadas, porque bajo la noción cristiana del pecado, la lectura de estos cuentos resulta más deliciosa. Este libro sin duda hijo bastardo de Baudeliere, Poe, Lovecraft, Lewis Carroll, el cine gore, el teatro guiñol, despertará emociones encontradas, por un lado el morbo, porque nos sentimos atraídos por todo lo prohibido –incluso aún en esta época tan “libertina”- y por el miedo, pero el miedo de encontrarse ante algo grotesco, sexualmente explícito y revestido de violencia. Por supuesto que estas lecturas son válidas, sin embargo, me parece que los cuentos de Martínez Casas van más allá del simple susto o de cuestionar los valores cristianos. Son reflexiones sobre lo humano, sobre lo reprimido, sobre aquello que acompaña la cotidianidad y el sueño y que siempre ocultamos de los demás.



Seis flores inmundas de Ana Martínez Casas [o de la perversa belleza de la mujer]
Yeni Rueda López
Escritora y editora en el Fondo Editorial de la Secretaría de Cultura de Morelos

De Ana Martínez Casas se ha hablado de su uso turbulento de la sexualidad, con acentos que nos recuerdan a Bataille o a Sade, sin embargo, a mí me parece que esa señalización cae en lo superficial y es más bien una herramienta para otro propósito más valioso desde mi punto de vista: romper no solo con la femineidad de sus personajes sino con lo que se entiende por una mujer escritora. No es la primera en hacerlo, pero ciertamente es un respiro literario que una escritora joven haya tomado un discurso alejado de lo femenino a lo Mastretta. En su narrativa, Ana destruye los conceptos utópicos de la construcción social de la mujer, por ejemplo lo bello de la maternidad. En nuestras sociedades el ser madre sigue siendo una de las funciones importantes a cumplir por una mujer, por lo que es un tema rodeado de sacralidad y pudor. Pues, Ana, sin piedad la destroza en textos como El Nacimiento Oscuro de Nancy. El bebé que Nancy guarda en su vientre no es el eslabón que continuará el árbol familiar, es un parásito y la madre siente asco al sentir a él crío retorciéndose en su vientre. La belleza pura de la maternidad se mancha de sangre.
En el resto de la plaquette, Ana se sirve de sus influencias literarias para entregarnos un campo de flores corrompidas. Lo que aprecio de la literatura de Ana es que no se sirve del sexo gratuitamente, a través de ella nos confronta con juicios preestablecidos en nuestra conciencia social sin volver este último elemento excesivamente explicito — el de la crítica a una sociedad de doble moral—. He seguido la trayectoria literaria de Ana desde su participación en Caza de letras y estoy muy interesada por ver que más hará en cuestiones literarias, que nuevos caminos literarios recorrerá con su pluma.



Seis flores inmundas o sobre el miedo de dar vuelta a la página
Sergio D. Lara
Escritor y editor de Ediciones Simiente

Siempre he pensado que Ana Martínez Casas es una de las mejores escritoras de nuestra generación. No lo digo solamente por sus cualidades técnicas (que son muchas y quizás innumerables), sino por su capacidad para involucrar al lector y hacerlo estremecer.
Recuerdo claramente la primera vez que la leí: una historia contada por medio de onomatopeyas, el escalofrío, la piel que se eriza y, por supuesto, la inconfundible visión de una joven pequeña, casi diríamos frágil (no podría estar, en aquel entonces, más equivocado). Sentir: miedo, repulsión, deseo, curiosidad, y la lista no termina. Por eso siempre estuvo claro para mí: quería publicar algunos de los textos de Ana y tener la oportunidad de compartir con los otros algo que me emociona. De esta manera surge la plaquette “Seis flores inmundas” cuarto número de la “Colección de pequeños instantes” y sexta publicación de Ediciones Simiente.
Tengo que decir que me siento sumamente afortunado porque he tenido la oportunidad de publicar, en la editorial, textos que a mi como lector me han transformado y personas que, como escritor, admiro profundamente.
Si bien estos cuentos ya habían sido publicados con anterioridad en diferentes medios, el poder leerlos así, juntos y con una unidad discursiva clara, me parece importante; sobre todo porque nos deja ver, de una manera más transparente, las inquietudes creativas de Ana y la creación de un estilo propio -que si bien tiene su raíces en autores como Poe, Carroll, Matheson, Maupassant, Lovecraft, entre muchos otros que terminar de nombrar sería imposible, también deja sus flores de manera novedosa y particular.
En esta plaquette no hallarán consuelo y mucho menos tranquilidad; sin embargo, les aseguro que si se aventuran a leer cada una de las historias que el día de hoy nos entrega Ana Martínez Casas, no se arrepentirán. En el más dulce acto voyeur, ustedes no podrán dejar de mirar, mejor dicho, de espiar, desde la ventana, a los personajes que transitan estos textos. Por mi parte, yo tengo fe en Ana y en éstas, sus Seis flores inmundas.



Ocho flores inmundas lamidas por el diablo
Miguel Lupián
Ex alumno de la Universidad de Miskatonic, feligrés de la iglesia Cthulhiana y devoto de San Lemmy


Lo que hubo aquí no eran monstruos producidos por el sueño de la razón,
sino arpías traídas por extraños vientos amarillos y por esas yeguas.
Nightmare, yegua de la noche.
Pilar Pedraza


Lo más satisfactorio de coordinar un proyecto como Penumbria, donde cada mes reviso, en promedio, diez ensayos y cincuenta cuentos, es disfrutar las diversas voces, texturas y formas de abordar lo fantástico de nuestros colaboradores.

Una de esas voces, que al instante generó un vaso comunicante con mi propio imaginario terrorífico, fue la de Ana Martínez Casas, cuyo cuento, Residuos angélicos, incluido en Penumbria 16, encabezó las listas de selección de cada uno de los miembros de nuestro equipo editorial.

Un hueso me llevó a completar el esqueleto de un ángel. Así empieza Residuos angélicos. Luego este ángel cobra vida y… No. No te lo arruinaré, léelo: es brutal. Sólo te adelanto que se inspiró en la fotografía Cupido y centauro de Joel-Peter Witkin.



Ya sé lo que estás pensando: ¿Brutal, una chica?

Basta recordar que las “chicas”, a finales del siglo XVIII y todo el siglo XIX, fueron las responsables del éxito de la novela gótica y el cuento de fantasmas victoriano al ser, al mismo tiempo, el público al que iban destinadas y las autoras dominantes del género.

Mrs. Barbauld, Clara Reeve, Ann Radcliffe, Sophia Lee, Anne of Swansea, Eliza Parsons, Mary W. Shelley y muchas otras.

Lamentablemente, por motivos que no logro comprender, a estas autoras el propio género fantástico las fue relegando a la “fantasía”, el subgénero fantástico más subestimado. (Si piensas que la “fantasía” son historias de hadas y dragones que sólo les gustan a las adolescentes, te recomiendo que dejes de leer esto y te pongas a hacer otra cosa) Lo que llevó a que muchas de ellas tuvieran que firmar sus obras con nombres masculinos. Por ejemplo, Amantine-Aurore-Lucile Dupin firmaba como George Sand; y Violet Page, como Vernon Lee.

En México, nuestras autoras “raras” fluctuaron, principalmente, en la cinta de Moebius de lo “fantástico”, pero dejando bien claro que también podían ser brutales. La jaula de tía Enedina de Adela Fernández y Orfandad de Inés Arredondo son buenos ejemplos.

En Penumbria (como ya mencioné) recibimos alrededor de 50 cuentos mensuales, pero sólo el 20% proviene de autoras. Lo alentador es que la mayoría de ellas proponen formas muy originales de acercarse al terror. Gabriela Damián, Iliana Vargas, Nelly Geraldine García-Rosas, Paulina Monroy, Ana Paula Rumualdo…

Regresando al tema principal de esta reseña, después de leer Residuos orgánicos quise saber más de la autora. Así me enteré que estaba por publicar, en “Lengua de diablo editorial”, la plaquette Flores inmundas.

A pesar de que “plaquette” es un término elegante, Flores inmundas es un libro; un buen libro de 40 páginas, bien editado y con una portada e ilustraciones interiores (cortesía de Eduardo Casillas) muy perturbadoras.

El libro inicia con una cita de La vorágine (1924) de José Eustasio Rivera:

Aquí, la parásita afrodisiaca que llena el suelo de abejas muertas; la diversidad de flores inmundas que se contraen con sexuales palpitaciones y su olor pegajoso emborracha como una droga. 

Aunque no conozcas la novela, en ese epígrafe están las claves de lo que encontrarás más adelante. Además de la influencia en el título, se advierte una sexualidad explícita que, tal vez, de paso a una maternidad retorcida, y una mezcla de muerte y alucinaciones.

Otra clave viene en su semblanza, pero no la incluida en Flores inmundas, sino en la que mandó a Penumbria:

Ana Martínez Casas leía y escribía cuentos de terror religiosamente hasta que leyó “Cien años de soledad” y se convirtió al realismo mágico…

Terror y realismo mágico… ¿Pinta bien, no? Pues se pondrá mejor.


La reina de corazones es una breve pero contundente reinterpretación del clásico de Charles Lutwidge Dodgson (Lewis Carroll) donde, en un bar, la reina de corazones juega póker apostando lo que nunca ha tenido: un hijo. Aparece el gato, el conejo blanco, la oruga y la liebre de marzo (en un divertido juego de palabras: mazo-marzo-la liebre de marzo). Un brochazo de surrealismo pinta la escena cuando la reina pierde a su hijo… Maternidad truncada.

Había una vez, en el País de las Maravillas…
Una reina que amamantaba el cadáver de la desesperación.
Y Alicia perseguía al Sombrerero
que perseguía al Tiempo
que perseguía al Conejo
que perseguía a la Reina
que perseguía a su hijo muerto…


El gran guiñol es, como su nombre lo indica, un tributo al teatro guiñol parisino de finales de 1800. Tú eres Marie Josette, que se peina, se acomoda el corset y los guantes, renegando de la moda parisina (prefieres la londinense). Vas del brazo de tu prometido, un hombre musculoso, bronceado y de ojos verdes. Es actor, y se encaminan a una de sus presentaciones. El lugar es una plazoleta pestilente donde se dan cita animales y plebeyos. Tu prometido se despide, pidiéndote que no odies el teatro. En escena, tu hombre tiene relaciones sexuales con una de las actrices. Te sientes humillada, quieres correr, pero él grita tu nombre y te lanza un beso. A continuación es brutalmente torturado…
-¡Ayúdenlo, está muriendo!
-Es el folklore, niña inglesa.

*
Se levantó de la mesa y se masturbó.
Sacó un pequeño vaso de vidrio de un cajón de madera y lo colocó encima de la mesa, al lado de las cartas de Tarot. Tomó su pene y lo sacudió hasta que la secreción blancuzca salió, chorreante, y llenó el vaso.
-Bebe.

Este es uno de los remedios que “La fabulosa gitana Triana” ofrece para amarrar a tu hombre. Lucía, la engañada mujer, acude con ella sin saber que las consecuencias serán nefastas. La narración nos lleva del presente al pasado, para luego volver al presente de una forma muy atinada.


En El nacimiento oscuro de Nancy, Nancy no está contenta con su embarazo, pues el producto se alimenta de ella, que sólo sirve como cáscara.
-¡Es un parásito!
Con sus largas uñas carmín desgarra la suave piel de su estómago y…


Erotic Pet Shop es un lugar parecido a “El brincadero” (en La torre y el jardín de Alberto Chimal) donde puedes saciar tus perversiones sexuales con animales. Perros, gatos, pericos, hámsteres… Eliges una serpiente… Cuando tu estómago se revuelve por la escena de zoofilia que estás por presenciar, hay un corte que deriva en una situación cómica que agradeces.


Sueño de una noche de otoño es puro realismo mágico, donde las mariposas y la maternidad juegan un papel crucial. Con una prosa poética deliciosa se nos describe un lugar donde una capa crujiente de alas de mariposa monarca cubre toda la tierra. Las ancianas las ocupan para hacer galletas. Aunque no se especifica, imagino a esa comunidad habitada únicamente por mujeres. Luego descubres que, en medio del bosque, Claude, la única mujer embarazada del lugar, está siendo violada por una enorme mariposa, el Rey de las Mariposas, y que el vientre de Claude había servido como un capullo…

*
Efímero está construido exclusivamente con diálogos. La intensidad de éstos se visualiza utilizando mayúsculas o con el tamaño de la letra. También hay onomatopeyas que representan los sonidos de una criatura que bien pudo salir de la mente retorcida de Lovecraft, Carpenter o Barker. La ilustración de Eduardo Casillas es muy reveladora.




El Proyectil S-13 es, en su lenguaje, un tributo al famoso capítulo 68 de Rayuela de Julio Cortázar. Palabras con una hermosa sonoridad, como strombirimbi, chimpandrondo, espingorilo, huacataba…, te harán levantarte y recitarlas en voz alta, mientras tu laringe ronronea y tu paladar se cubre de terciopelo.


La voz de Ana Martínez Casas es siniestra (partiendo de que lo siniestro, lo unheimlich, proviene de lo cercano, de lo familiar, como apuntó Freud), mas no por ello pierde su feminidad; al contrario, la enaltece, se siente orgullosa de ella, pero alejándose de los lugares comunes.



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