Flores inmundas

Escogí el título Seis flores inmundas como una negación. Parece ser que existe una creencia, e incluso una expectativa, sobre la literatura escrita por mujeres. Parece ser que, justamente por haber sido escrita por mujeres, tiene que tratar sobre la femineidad y tener un tono romántico o, por lo menos, sentimental. Seis flores inmundas intenta ser una respuesta a esta opinión generalizada. Pero no surge tanto como una negación, sino como un intento de dar otra visión sobre la literatura femenil, mostrar el lado siniestro de lo femenino. De ahí el oxímoron, la contraposición entre el sustantivo “flor”, que representa la belleza y la femineidad, pero también, y más concretamente, la vulva –los labios vaginales como pétalos–, y el adjetivo “inmunda”, ya que ni siquiera se trata de flores marchitas como un sexo cansado y reseco, sino húmedas, pútridas, “que se contraen en sexuales palpitaciones”, como señala José Eustasio Rivera en La vorágine, novela de la que tomé el título para mi libro. Este tropo es la antítesis, como señala Víctor Hugo en su manifiesto romántico, de lo grotesco y lo luminoso. Pero esta figura retórica no se queda sólo en el ámbito del sintagma, sino que abarca toda la temática de mi obra: la conjugación entre el terror y el erotismo. Así, aunque inconscientemente –porque no me propuse tener un hilo conductor entre mis cuentos y mucho menos los escribí pensando que todos en su conjunto formarían un libro–, escribí sobre lo siniestro de lo femenino en forma de oposiciones binarias: el sexo y la violación, el embarazo y el odio hacia el bebé que se lleva en el vientre, el nacimiento y el dolor, la maternidad y los hijos como mariposas o parásitos, el erotismo y la identidad sexual, en la que los personajes son casi entes sexuales puros, andróginos, asexuados, sin que la vulva sea una flor y el falo un pistilo, sino que los sexos sean únicamente dos mariposas negras.

Sin embargo, estos aspectos sobre la femineidad no son el tema principal de mis cuentos. No son el fin, sino el medio para crear ese aroma empalagoso por lo espeso de la miel –perfume de sangre, orgasmo y semen– de seis cuentos que muestran el horror y la locura de lo femenino como una flor húmeda y podrida.

"Los pétalos de Seis flores inmundas"
Ana Martínez Casas
Cuernavaca, Morelos, México
 17 de marzo de 2012




El texto anterior lo leí durante la primera presentación de Seis flores inmundas (Ediciones Simiente, 2012) en la Sexta Feria Nacional del Libro Infantil y Juvenil de Morelos para explicar el título de la plaquette y la relación que guardaban todos los cuentos como unidad, a pesar de que no habían sido escritos con ese propósito.

En Flores inmundas (Lengua de diablo, 2014) esta relación se mantiene intacta. Flores inmundas no es el mismo libro que Seis flores inmundas ni una segunda edición de éste. Es su complemento. Un parásito. Una flor anaranjada y pútrida como la cabeza de un papagayo, tirada en el suelo empedrado y húmedo de lluvia. Un nuevo libro por el que la editorial independiente Lengua de diablo decidió apostar, que reúne ocho de mis cuentos, cuyas ilustraciones fueron encargadas y realizadas especialmente para esta edición por el artista visual Eduardo Casillas, quien realizó la ilustración de portada de Seis flores inmundas.


Seis flores inmundas fue un jardín marchito, en cuyo centro se alzaba un árbol con seis cuentos que se enroscaban en espinas. Flores inmundas es su parásita afrodisiaca. Las flores eclosionaron, los frutos colmados de sangre abrieron sus corolas como corazones humanos. ¿Comerás del fruto prohibido?

"Sobre Flores inmundas"
Ana Martínez Casas
Cuernavaca, Morelos, México
20 de febrero de 2014



Para más información sobre las diferencias entre Seis flores inmundas y Flores inmundas, da click aquí.


 

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